miércoles, noviembre 21, 2018

El país marcha, Presidente



Bueno. Al menos en un año y medio el presidente de la República, Lenin Moreno Garcés, literalmente ha puesto al país a marchar, aunque muchos medios de comunicación no lo registren.
Entre protestas con cierre de vías (como las ocurridas en Imbabura y Carchi), la interrupción de la normal realización de actividades cotidianas (como la protagonizada por los taxistas en Guayaquil) y las recientes marchas de protesta que se tomaron el corazón de varias capitales de provincia (como los universitarios en Quito, Cuenca y Loja), el Gobierno ha puesto a movilizarse a grandes conglomerados en contra de la proforma 2019 que contempla varios recortes presupuestarios en entidades públicas.

El sector que más ha intentado explicar al Régimen sus errores conceptuales ha sido el de la educación pública, laica y gratuita. Tal como está la proforma en la Asamblea Nacional, se ejecuta un recorte de 145 millones de dólares para el presupuesto de las universidades públicas en el ejercicio 2019, -un recorte mínimo si se compara con lo que el Estado ha dejado de recibir por la remisión de intereses a los deudores del sector privado- y la única pedagogía que le queda al sector educativo es la protesta pública, la marcha inicialmente pacífica y el activismo digital.



Así, esta semana ha sido de protestas y quienes se han llevado la posta han sido los estudiantes universitarios que se han hecho escuchar con fuerza.

En un intento por menguar el estado de inconformidad con el que el Gobierno ha puesto espontáneamente a marchar a muchos ecuatorianos, el lunes anterior el Ministerio de Finanzas reunió a la mayor cantidad de rectores de Universidades Públicas para ofrecerles regresar todo al estado anterior: es decir al estado “no hagan olas, que nos ahogamos”. Pero me parece que ya es un poco tarde para detener la rueda, así blinden la Plaza Grande.

La inconformidad no es solamente por el incremento del precio de la gasolina, que ya fue, sino por la reciente anunciada revisión del subsidio a la gasolina Eco País –la de mayor demanda- y al diésel; también por la no creación de puestos de trabajo -250 mil por año- y un estado permanente de incremento del desempleo; además por el estado de inercia con el que intenta sobrevivir la salud pública; asimismo por la política extractivista que ofreció rever; igualmente por un Consejo Nacional Electoral roto, como la prueba más visible de que las cosas no se pegan únicamente con baba transitoria.

Y así, en el camino se han ido acumulando muchas, muchísimas deudas que van poniendo al Gobierno en una posición desfavorable frente a sus mandantes. Tiempo record para que los estudiantes universitarios -ninguno de ellos ha estado presente en una jornada de protesta callejera- hayan tomado la decisión de defender la educación gratuita y de calidad, como lo hicieron sus padres en los excelsos tiempos de la partidocracia.



El ingreso a una etapa electoral de medio periodo terminará por poner su cuota en el actual “estado del arte” de la política ecuatoriana. Sin embargo la esperanza seguirá en los universitarios: políticos en disputa por sus futuros inmediatos, no podrán contra estudiantes vigilantes por su futuro mediato.

martes, junio 14, 2016

La paciencia infinita existe y es cuencana


En un sector de la avenida 12 de Abril, que corre paralela al río Tomebamba, existe un semáforo que en las noches funciona como medidor de la paciencia, la infinita paciencia, del conductor cuencano.

Es un semáforo peatonal que permite el acceso de cientos de miles de estudiantes universitarios, pero queda activo durante toda la noche: allí no hay una intersección vehicular, y en la noche y madrugada no hay alumnos. Y a veces, en las desoladas y heladas madrugadas morlacas, he visto a más de un conductor esperando la luz verde para cruzar. Es una soledad de vértigo, desolación total, y sin embargo, unos cuantos conductores esperando que el aparato dé tráfico a nadie. Así, pacientemente, muchos esperan que la luz verde les conceda el permiso de circular. Es el perfecto “paciencímetro” de la actitud religiosamente pasiva que muchas veces tenemos.

Pero no es el único medidor: los trabajos que han minado decenas de vías en la ciudad es otra muestra. La reconstrucción de la avenida Ordóñez Lasso y la construcción del tranvía son perfectos indicadores.

En el primer caso, la obra debía dignificar el ingreso oeste a la ciudad. Consiste en la ampliación de la vía con trabajos que se iniciaron en abril del 2015 y debían terminar un año después con la inversión de 20 millones de dólares. Pero lo que se ve hoy por hoy es la muerte paciente y lenta de decenas de negocios familiares; la parsimoniosa agonía de los llamados “frentistas” resignados a seguir batiendo lodo o tragando polvo, mientras a los responsables les toque la conciencia –o les despierte el miedo de una reacción ciudadana– y se pongan en serio a trabajar en esta obra.

Allí llevan un año sin transporte público, sin movilidad, solo mirando cómo ocasionalmente se tiende algo de hormigón o se cava un hoyo que luego quedan abandonados. Sin que ningún fiscalizador público –como la prensa, por ejemplo– levante la voz en serio y les diga: ¡Basta! ¡Carajo ya basta! ¡Están muriendo!

El cuento del Tranvía es otro indicador: pulverizaron las vías más importantes del Centro Histórico, pero la obra no progresa. Allí los negocios también mueren, los hoteles dejan de recibir a los turistas, porque los turistas no tienen la paciencia cuencana y prefieren hospedarse en cantones o cambiar de destino. Son turistas. Pero el mismo “quemeimportismo” es evidente y nos resignamos ante declaraciones públicas huecas que ofrecen “hacer todos los esfuerzos” o “nos mantendremos vigilantes” y “en los próximos días lo haremos”.

La obra les ha desbordado. Se les ha ido de las manos y tomará mucho tiempo recuperarnos del caos total que se ha generado, mientras esos brillantes vagones permanecen inmóviles en un –también– destartalado patio de maniobras que para estar a tono con el resto de la obra permanece a medio hacer.

Ni la intervención de la Defensoría del Pueblo ha sensibilizado a los responsables de poner en marcha el Tranvía Cuatro Ríos. Y el tema pasa a fiscalización porque, según el Gobierno, se han entregado los recursos.


Quizá los pasivos cuencanos debemos aceptar que de vez en cuando no estará mal violar la luz roja del semáforo peatonal en las madrugadas desoladas o plantarse frente a los despachos de los involucrados en las tareas que matan negocios y familias para decirles: ¡Basta! ¡Carajo ya basta! ¡Estamos muriendo! (O)


Artículo publicado en EL UNIVERSO 

Foto: La Hora

martes, mayo 10, 2016

El terremoto partidizado

Suspender la sabatina. Eliminar a la responsable de todos los males. Inmolarla y convertirla en la reivindicadora de todos los pecados. Su ostracismo como la única sentencia que nos podrá sacar del estancamiento económico y de la tragedia misma del terremoto. Reduccionismo en su máxima expresión.

Sí, a eso se han reducido los males de la patria: ¡a la sabatina!

Y las redes sociales lo repiten como responsos, mantras, penitencias o evidencias de la profundidad del coyuntural debate político-público: eliminar la sabatina.

Los analistas lo plantean como inaplazable decisión que transparentará la política del gobierno de turno. La muerte de la sabatina como el renovado “algodoncito santificado” que en su momento circulaba en los templos del siglo XVIII para curar los males de la humanidad: guerras, hambrunas, enfermedades, inequidades, discapacidades… ¿Es de verdad esa la medida de la vara con la que debemos mirar los acontecimientos de las últimas dos semanas en este atribulado pedazo del planeta llamado Ecuador?

El afán de posicionar discursos en el debate de lo público, tanto desde el Gobierno cuanto desde la oposición, es el verdadero ruido en la razón que ha movilizado a cientos, miles, cientos de miles de ecuatorianos que autoconvocados en la solidaridad han dado muestras de lo que verdaderamente somos: una patria solidaria que junta sus manos mientras en el espectro irreal de las redes sociales y de los medios de comunicación –en los que están obsesionados o hipnotizados al límite de la enajenación– los opinólogos, sabelotodo y expertos consultores le buscan esa utópica quinta pata al gato, con profundas conclusiones: ¡la sabatina!

Lo de las medidas económicas mejor ni abordarlas, especialmente “entre los que tenemos” un patrimonio mayor al millón de dólares. Me recuerda a un paradigmático capítulo de la política local cuencana de hace poco menos de un año cuando cientos de “no borregos” salían de la mano de la oligarquía más rancia a protestar por un proyecto de ley de herencias que jamás les afectaría. En esas mismas semanas de protestas la administración municipal elevó en un 100 por ciento el costo del agua potable y nadie se acordó de cuestionar la medida. Y después de tanto desgañote callejero, seguimos con nuestros patrimonios intactos y el “agua de la llave” al doble del costo.

Y así, mientras un verdadero país reconstruye, se solidariza, extiende su mano, acepta, se conmueve, dona, renuncia, apoya y vuelve a reír, los actores de los 140 caracteres siguen cacareando ¡la sabatina!, ¡la sabatina!, ¡la sabatina!

Personalmente me siento enfrentado a una guerra ajena. Y por esta ocasión no me importa si me confunden a mí particularmente. Pero creo que más nos importa a muchos que esta suerte de guerra ajena no termine por colocaren medio a los compatriotas que luchan por cosas más importantes que el color de un partido.

La guerra de Manabí y Esmeraldas es por comida, agua, refugio, vestido, información. Su lucha es por futuro.

Y así, con la esperanza de dejar nuestra área de confort reducida a un teléfono móvil, un monitor o 140 míseros caracteres, salgamos a vivir y compartir de verdad con el verdadero terremoto y reconstrucción. Más allá del terremoto partidizado, salgamos al país verdadero.


Amén. (O)

Artículo publicado en EL UNIVERSO

martes, noviembre 24, 2015

El Tiempo de El Telégrafo

  Seguramente no fue el mejor momento para que trascendiera la noticia de una compra que se la venía cocinando desde hace más de un año. Y sí, sí es un tema que genera conflictos con la legitimidad en el hecho de acumular medios como si se tratase de un monopolio mediático privado; como si el espíritu de la ley no fue siempre combatir eso.

Esta semana diario El Mercurio, competencia directa de ElTiempo, publicó con un gran despliegue la “noticia” de la venta del matutino a El Telégrafo revelando, desaprensivamente, incluso hasta los integrantes y montos de las participaciones accionarias familiares. Y pese a los argumentos –algunos realmente hilarantes– esgrimidos en redes y blogs sobre las razones de la transacción, Cuenca pierde el que fue un enorme espacio para el buen periodismo y quizá su mejor escuela para verdaderos cultores del oficio.

En la historia de la ciudad –fue fundado el 12 de abril de 1955– El Tiempo ha jugado un papel preponderante: semanario, interdiario, diario; vespertino, matutino… Siempre innovó. Fue el primer medio del país en imprimir en frío, con el sistema offset. El primero full color en la región. Y en su mejor época se ha alzado con varios premios: varios Jorge Mantilla Ortega, uno internacional sobre becas de investigación periodística; otros más por calidad de impresión y diseño…

Contrario a lo que se presenta como su sino, siempre estuvo alejado del poder y ninguno de sus directivos estuvo vinculado a partido alguno o a cargo público de elección popular o designación directa. La familia propietaria se retira con la frente en alto de la difícil tarea de sostener un medio impreso en épocas del inmediatismo, la digitalización, el like y los 140 caracteres.

Mi relación con este medio se inició hace más de 40 años. Mi padre fue uno de sus fotógrafos y juntos escribieron verdaderos hitos del periodismo: el hallazgo de los aviones accidentados, tan frecuentes en la década de los años setenta; la denuncia social en las calles de la ciudad en los ochenta; las huellas del progreso en los noventa. Tras mi paso por la facultad, El Tiempo fue la especialización, posgrado y doctorado.

Allí se cumplía aquella premisa de que “el periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle”. Mi última cobertura en este medio, como freelance, fue el terremoto de Chile de febrero de 2010. Fue de aquellas escuelas que te empujan: gracias a esa formación muchos traspasamos la provincia, fuimos a medios importantes; de hecho, no hay periodista que no haya salido de Cuenca sin antes pasar por El Tiempo.

Ahora El Tiempo es de El Telégrafo. Y como el decano, que hace intentos por mantener una agenda propia, su dependencia del poder será innegable, porque los financia. Y el oficio habrá perdido espacios creíbles.

La apuesta por un periodismo público –la venta es una consecuencia de que las empresas periodísticas con un modelo privado ya no son negocios lucrativos ni otorgan, incuestionablemente, poder– es tan real como las nuevas condiciones de la comunicación digital y la viralización en redes sociales, donde nadie paga y todos exigen, cuestionan, reclaman, manipulan, aportan, participan, interactúan.


Es decir, tener verdaderos espacios de debate público dependerá de que nosotros, los de a pie, participemos en el modelo público. Y ojalá así tengamos la prensa que necesitamos.






 ARTÍCULO PUBLICADO EN EL UNIVERSO

jueves, septiembre 17, 2015

Obama, el magnánimo

Mejor hubiese sido que nuestros viejos maestros no hubieran limitado sus cátedras ochenteras relacionadas con la “autodeterminación de los pueblos”, la “no injerencia de otros países en las decisiones soberanas”, e incluyeran en sus conferencias los detalles de una política expansionista de la que fuimos víctimas. Somos víctimas. Y ojalá dejemos de ser víctimas. La doctrina Monroe (1823), por ejemplo, resumida en “América Latina se considera esfera de influencia para Estados Unidos”; una definición de la política exterior norteamericana considerando que “cualquier intervención de los estados europeos en América sería visto como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos”. Tan en serio se la tomó los Estados Unidos, que revisando la historia resumida de este continente se han encontrado algunos hitos: “Ocupación de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña, en 1833; bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos, entre 1839 y 1840; bloqueo anglo-francés del Río de la Plata, de 1845 a 1850; invasión española a República Dominicana, entre 1861 y 1865; intervención francesa en México, entre 1862 y 1865; ocupación inglesa de la costa de Nicaragua y ocupación de la Guayana Esequiba, por Inglaterra en 1855”. Toda una campaña –de “defensa” de los intereses de aquella esfera de influencia– a la que paradójicamente se sumaron los propios norteamericanos en otra esfera de interés desmedido: América Latina y el mundo para los norteamericanos. Por ejemplo: 1846: Estados Unidos obliga militarmente a México a ceder parte de su territorio, incluido Texas y California. 1898: Estados Unidos invade Cuba ocupada por España, que termina por cederles Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawái. 1901: Cuba es “persuadida” a arrendar a perpetuidad la Base Naval de Guantánamo. 1903: Estados Unidos “estimula” la segregación panameña de Colombia y adquiere derechos sobre el Canal de Panamá; un año después se incluye en la Constitución Panameña un apartado que permite la intervención militar norteamericana “cuando Washington lo crea necesario”; hasta 1918 invadieron cinco veces Panamá. 1915: marines ocupan Haití y establecen un protectorado hasta 1934. En 1926: Estados Unidos crea en Nicaragua una Guardia Nacional; Augusto César Sandino crea un ejército popular y responde: “Yo quiero patria libre o morir”. 1946: Estados Unidos abre en Panamá la Escuela de las Américas. 1961: mercenarios invaden Cuba por Bahía de Cochinos, pero son derrotados; la CIA apoya un golpe contra el presidente ecuatoriano José María Velasco Ibarra, “quien se había demostrado demasiado amistoso con Cuba”. 1967: Boinas Verdes en Bolivia para asesinar a Ernesto Guevara. En 1971, The Washington Post confirma que la CIA intentó varias veces asesinar a Fidel Castro. 1973: Estados Unidos apoya a los militares a tomar el poder en Uruguay, mientras que en Chile un golpe de Estado organizado por Estados Unidos derroca al gobierno electo del presidente Salvador Allende; instalan a Augusto Pinochet en el poder. ¿Fue todo? No, no me queda más espacio. Por eso indigna la posición norteamericana contra Venezuela, al calificarla como “amenaza” para su seguridad nacional; y además estamos obligados a negarnos a las lecciones del magnánimo Obama sobre libertad de expresión. Mejor que le pregunte a Edward Snowden. A él sí le creo.

ARTÍCULO TOMADO DE EL UNIVERSO

miércoles, abril 15, 2015

Empieza con pu y termina en ta

Fue una de las pocas cátedras inspiradoras en medio de aquel viejo y desgastado estilo de educación superior: expresión oral y escrita, y él, uno de los pocos docentes inspiradores en medio de aquel viejo y desgastado estilo de profesor universitario: Felipe Aguilar.

Felipe nos hablaba, con solvencia y profundidad, sobre las razones por las que el español –el castellano– había cambiado tras llegar a América: los giros locales, lo inexistente en el Viejo Mundo, el seseo, la aspiración, y un largo etcétera. Y por qué seguía cambiando, incrementando el vocabulario de ese “español americano”: lo políticamente correcto, el eufemismo.

Entonces, al ciego empezamos a decirle no vidente, discapacitado visual, persona con capacidades diferentes. Todo, menos ciego. A la puta, trabajadora sexual, ramera, prostituta… incrementamos de esta manera el lenguaje de lo políticamente correcto, según los recatos de una sociedad cada vez más mojigata.

Entonces, los regodeos de los políticamente correctos ponían un aire aristocrático a esas reuniones políticamente correctas. Y las palabras, con sus verdaderas esencias, quedaban para la descalificación de quienes no eran tan políticamente correctos/tas como ellos/as: ¡puta!

Pasar de esta mojigatería verbal a la miopía moralista es un problema políticamente incorrecto y humanamente peligroso: ocurrió en una charla “académica” en una universidad quiteña, en la que se hablaba de la desaparición de una chica en manos de jovenzuelos que la ultrajaron y asesinaron. Una de las hipótesis para el nuevo abordaje periodístico del tema fue “la corresponsabilidad de aquella chica que salió a bailar, bebió y luegose fue con aquellos”. O sea, en jerga políticamente incorrecta: ¡bien hecho, por puta!

El tema en cuestión, el de coyuntura, es la campaña propuesta por una concejala quiteña contra la violencia de género, y que utiliza una escandalosa palabra que empieza con pu y termina en ta. La discusión de la campaña migró de la promoción de los derechos hacia los límites de lo moral, de lo políticamente correcto.

El argumento de una detractora de la campaña decía que luego vendría eso que en otros países llaman “La marcha de las putas”; y de yapa, las campañas por la despenalización del aborto. Había que cortar por lo sano, y con la ayuda de las decisiones políticamente correctas del alcalde, las cuatro vallas que atentaban contra el recato social fueron retiradas.

El Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación (Cordicom), a través de la vocal Paulina Mogrovejo, aportó también al debate provocado por las cuatro vallas de la ignominia y sus respectivas cruces rosadas: “Quizá este tipo de campañas tuvo una amplia legitimidad en otras ciudades del mundo, pero si no hay pertinencia cultural generamos una reacción contraproducente que solo polariza a la opinión pública”, dijo en una entrevista con El Telégrafo.

Y mientras pulimos el lenguaje recatado y las buenas costumbres, en este país siete de cada diez mujeres seguirán recibiendo, en la intimidad de lo no público, insultos, golpes y hasta sentencias de muerte.


Que el país ha avanzado en derechos, dicen por allí. Pero con el colofón de este capítulo –la descalificación de la campaña– es evidente que en la capital no han avanzado en derechos, sino en derechas.

Artículo publicado en EL UNIVERSO