jueves, diciembre 10, 2009

Los enemigos de la prensa


Aprovechando una soleada mañana a inicios de esta semana, recorro las calles del centro histórico, donde aun se escuchan los ecos de la celebración por los diez años de la declaratoria de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Allí coincido con periodistas locales con quienes intento intercambiar algunas opiniones. “A usted no lo saludo, ha sido enemigo de la prensa”, me dice la corresponsal de un diario nacional ante mi intención de saludarla. Desconcertado, solo atino a sonreír y retirarme.

Ya dentro de mi auto sintonizo una radioemisora. El locutor anuncia que “en apego al derecho de réplica vigente en la actual Constitución”, leerá un comunicado en el que un rector de colegio y un grupo de padres de familia dan su versión sobre delicadas acusaciones difundidas, en la misma emisora, una semana antes.

Entonces recuerdo el caso: hace ocho días la presentadora de noticias leyó un comunicado en el que se acusaba al rector de cobros indebidos, pese que rige una prohibición de pedir aportes a los padres de familia. La extensa nota ponía en duda el destino del dinero cobrado.

Solamente una semana después, y un poco por coincidencia, escuché la versión del acusado. En esta segunda carta pública, firmada por el rector y los directivos de los padres de familia, se exponían sus argumentos: la decisión de entregar el dinero la tomaron los propios padres de familia; hay un informe sobre el destino de los fondos que suplieron el pago de profesores especiales, etc.

No me corresponde juzgar la decisión de solicitar la colaboración de los padres de familia. Lo que sí juzgo es la ligereza con la que se trató la denuncia al presentarla solamente desde una de las partes. Y luego pretender lavar su error con el argumento de que “en apego al derecho de réplica vigente en la actual Constitución”, una semana después, se lea la aclaración. Todo estudiante de primer año de periodismo sabe que en una denuncia hay dos partes: acusador y acusado, y que ambas deben tener cabida en un mismo espacio para que los mismos lectores, radioescuchas o televidentes lean, escuchen o miren la tesis y la antítesis, y sean ellos los que saquen su síntesis. En un mismo espacio, no con una semana de diferencia. Basta que una sola persona no se haya enterado de la segunda parte del caso, para que en su imaginario quede, para siempre, la idea de que en ese colegio alguien roba algo a los padres de familia.

Y este es solamente un ejemplo.

Entiendo que para la corresponsal en mención, me volví un enemigo de la prensa por haber expuesto mi posición favorable a la regulación del oficio del periodismo. Y lo ratifico: esta actividad, extremadamente delicada, debe estar regulada. No controlada, y por el Gobierno menos.

No creo en la autorregulación, sí en la responsabilidad ulterior. A pesar de ser profesor universitario, no reivindico la colegiatura o la obligatoriedad del título de periodista; el título solo es el primer paso de una formación profunda y permanente.

Y si eso me vuelve un enemigo de la prensa, pues me declaro enemigo del periodismo mediocre.

Artículo publicado en EL UNIVERSO.