martes, marzo 23, 2010

Gramática y política


Artículo publicado en El Comercio por Fernando Larenas

Si la ‘Nueva gramática de la lengua española’ hubiera circulado al mismo tiempo que los asambleístas elaboraban la Constitución de Montecristi, se habría evitado tanta palabrería, especialmente respecto al género, y el texto final sería mucho más prolijo de lo que se publicó.

Hace poco llegó a las librerías del país la versión más actualizada sobre la lengua de Cervantes que heredamos de los españoles y que, nos guste o no, le debemos gran parte de la cultura, del lenguaje y de la comunicación en general.

Son dos tomos, un total de 3 800 páginas, de las cuales nada menos que 40 son dedicadas exclusivamente al tema del género; con una premisa importante: ‘las palabras tienen género y no sexo, mientras que los seres vivos tienen sexo y no género’.

En la elaboración de la nueva gramática participaron tres ilustres ecuatorianos. Ellos son la doctora Susana Cordero de Espinosa, el doctor Jorge Salvador Lara y el académico Carlos Joaquín Córdova, autor del Diccionario de ecuatorianismos, una de las mejores fuentes para entender el origen de una infinidad de palabras de uso común en todo Ecuador.

Nada mejor que los ejemplos para entender por qué la lengua castellana es tan rica y no requiere improvisaciones tales como los ecuatorianos y las ecuatorianas, los ciudadanos y las ciudadanas o todos y todas. Los sustantivos comunes, por ejemplo, designan tanto a hombres como a mujeres. En esta clase encontramos la mayor parte de los sustantivos de personas acabados en a.

Así podemos escribir un/una atleta, un/una burócrata, un/una camarada, un/una cineasta etc. Hay otros sustantivos comunes con la terminación ista que también son comunes en cuanto al género como ahorrista, alpinista, andinista, artista, taxista, dentista, automovilista, etc.

Lo mismo ocurre con la mayoría de sustantivos de personas terminados en e. El o la detective, el o la cadete y lo mismo con otras palabras como amanuense, artífice, compinche, cómplice, cónyuge, hereje, extraterrestre, etc.

Pero hay otros sustantivos terminados en e que admiten femeninos como el/la jefe, mientras que de la misma terminación se pueden convertir al femenino. Este es el caso de alcahuete/alcahueta, infante/infanta, nene/nena.

Hay sustantivos de una sola terminación que por nada del mundo pueden ser alterados: agente, amante, aspirante, cantante, combatiente, concursante, delincuente, donante, garante, etc. Es obvio que en este caso hay que usar un modificador: el o la manifestante, el o la televidente, el o la terrateniente.

En los años setenta del siglo anterior, con el advenimiento de los movimientos feministas, se impuso esa idea absurda de todos y todas. Felizmente la gramática es incompatible con la política.