viernes, septiembre 28, 2012

En ‘periodistiquez’

Cuando con el afán de darnos un poco de lustre llamamos implosión a lo que en realidad fue una explosión; o burgomaestre a quien fue electo como alcalde; o mandamos al nosocomio a los heridos en un accidente de tránsito, en lugar de trasladarlo a un hospital –que es lo mismo– es que estamos escribiendo o hablando en “periodistiquez”.

 Cuando –como se dice en el habla común por estos lares– “damos diciendo” o “damos enfatizando” a los entrevistados con atribuciones como exclamó, sentenció, fustigó, señaló, proclamó, concluyó y terminó, cuando en realidad lo único que hizo es “decir algo”, estamos hablando en “periodistiquez”.

Cuando en los relatos periodísticos en prensa, radio o televisión recurrimos al uso de la primera persona gramatical para escribir o hablar más sobre la primera persona que sobre los hechos que atestigua, estamos hablando en “periodistiquez”.

 Algo así como la proclamación de códigos, estructuras, reglas, semánticas, morfologías y ortografías propias.

Algo así como la intencionalidad de escribir y hablar en el segundo y hasta tercer nivel de la palabra, para terminar volviéndola confusa a cuenta de aparecer como interesantes. Cultos. Doctos.

Son algunas de las reflexiones que el escritor y periodista argentino Martín Caparrós compartió en un extenso taller sobre crónica periodística, durante seis días.

El “periodistiquez” es, entonces, una especie de lenguaje propio del comunicador social, inventado por la serie de taras con las que se ejerce el oficio y que aporta a la construcción de esa realidad imaginada que muchas veces le pertenece solo a él, al periodista, y de la que el primer sorprendido es su fuente, a la que abordó.

Pero el tema del “periodistiquez” por la ligereza en el uso del lenguaje, es decir en la forma, puede tomar otras dimensiones cuando llega a aspectos de fondo. El “periodistiquez” de fondo irremediablemente termina alterando esa realidad parcial, ficticia, solo comparable con el “peridiostiquez” de forma, del lenguaje acomodado.

Y el “periodistiquez” de fondo, que se evidencia en las agendas privadas o públicas, es detectable solamente con la lectura crítica de los hechos mediatizados. Un ejercicio al que estamos obligados todos. Y el propio Caparrós propone una fórmula: la Ley del 28 de Diciembre.

Como muchos saben, aquel día, de los Santos Inocentes, según el calendario de la religión Católica, ciertos medios de comunicación publican una noticia que es –conscientemente– falsa y pretende jugarle una broma al lector. ¿Extraño no?

Justo el día en el que los católicos recuerdan una terrible matanza de niños ordenada por el rey Herodes I el Grande. Según Caparrós, en ese día, los lectores argentinos ensayaban una lectura crítica de los medios, casi con lupa, para detectar la “verdadera noticia falsa” y no ser sorprendidos.

Una lectura crítica que, según el maestro, debería ser permanente, y por permanente y crítica, saludable. Constructiva. Combativa con el “periodistiquez” de fondo y forma.

Esta ley, en estricto cumplimiento, ayudaría a que ávidos lectores, televidentes y radioescuchas cuestionen, convaliden, reflexionen, discutan, analicen, concluyan sobre lo que los medios traen. Y sean interactivos, y proclamen: ¡los pillé! Esta es la mentira –consciente– del día. En “periodistiquez”.

Si nos vuelve audiencias críticas, entonces, no es tan malo.

 Artículo publicado en EL UNIVERSO