viernes, noviembre 16, 2012

Albertina Navas: la vida en China, una experiencia para el estrés

El viaje de Albertina Navas a China es un asunto que se puede leer con un solo clik en el sitio web Periodísticos, un portal para quienes hacen comunicación.

Allí se cuentan, en varios capítulos, su bienvenida a nada cálida, o cómo es comunicarse sin hablar chino, o el uso del chinglis.   

Pero el estrés que remite este post no es precisamente el que sufrió Albertina, sino el que sufrimos sus alumnos de la Maestría de Periodismo de la Universidad delas Américas.

Los resultados de este ejercicio, contados por Albertina Navas de primera mano en una especie de conferencia de prensa, se los puede visualizar en tuiter, bajo el hashtag  #maestriaudla. Lo que queda para la reflexión posterior son las competencias que un periodista web debería tener para una cobertura en vivo para tuiter.

Primera lección: hay que tener listos todos los elementos que se necesitarán, como información de contexto de la persona que interviene.

Segunda lección: la concentración, para trabajar a presión, es fundamental. Aplicar las recomendaciones del verdadero "arte de tomar notas".

Tercera lección: multifunción. Por igual se debe tomar, con criterio periodístico, notas para posterlas, enlazar sitios de interés, incorporar fotografías, responder las interacciones de los seguidores, y al final de todo guardar energía y lucidez para las preguntas. Y también para postear las respuestas.

Las lecciones siguen. Por el momento es hora de un café para bajar tensiones, y pensar si es que ya hemos cerrado, totalmente, la brecha digital que nos distancia a los periodistas “tradicionales”, de los periodistas nativodigitales.
Fotografía superior tomada de Periodismodigital UACH

Escríbanos:

 ricardo.tello4@gmail.com
tello

El código que falta en redes sociales


¡El periodismo es una actividad de 25 horas al día! La alerta que con frecuencia repetía nuestro maestro servía para recordarnos que, a diferencia de otras profesiones, los comunicadores no perdemos esta condición luego de “timbrar” la tarjeta al terminar la jornada laboral –que nunca fue de menos de 12 horas–.

Así, nos enseñaba a ver periodismo, a oír periodismo, a respirar periodismo, a vivir en y del periodismo. Y con igual insistencia, nos exigía cuidar el equilibrio.

Aprendimos que como reporteros no podemos abstraernos de lo que decimos o hacemos, en público o en privado. Que nuestros afectos o desafectos por el cine, la lectura, el teatro, la crítica, los ensayos, el debate de cafetín… también bosquejan el tipo de personas que somos. Condenados a ser esclavos de lo que decimos, en público o en privado, sin desdoblamientos o vidas paralelas: conminados a “vivir en casa de cristal”, como advierte el preludio del manual de estilo de un diario colombiano.

Estos principios, que para los actuales tiempos de revolución pueden parecer arcaicos –al menos así lo demuestran los medios incautados– están plenamente vigentes y deben extenderse al perfil virtual de los comunicadores: sus redes sociales.

Twitter y Facebook se han convertido en dos herramientas indispensables para los comunicadores sociales, de las que no solo deben estar pendientes, sino ser actores permanentes en su rol de informadores y formadores de opinión pública.



A propósito, el sitio clasesdeperiodismo.com, de la peruana Esther Vargas, nos ilustra en una breve entrada tres ejemplos de cómo los periodistas debemos participar en redes: las cuentas de Facebook de Nicholas D. Krsitof, columnista del New York Times; Chris O’Brien, columnista de negocios de San José Mercury News; Christiane Amanpuor, de ABC News; todos dedicados a promocionar su trabajo, midiendo con precisión milimétrica el alcance de sus comentarios. Y no es que todo lo que venga de fuera es mejor, sino que aún convivimos en un país rezagado en cuanto a niveles de acceso a internet en Sudamérica: apenas cuatro millones, de los 14,3 millones de ecuatorianos, conocen o han accedido a la red, según datos publicados esta semana.

Si estamos en medio de todo un proceso por disminuir la brecha digital de la que dan cuenta las cifras, es mejor empezar a trazar la cancha para cuando pasemos a ligas mayores: en las redes sociales de reconocidos periodistas ecuatorianos han pasado falsas noticias, como el accidente del futbolista ecuatoriano Cristian Noboa, del Rubin Kazan; los retuiteos de la muerte de Florinda Meza, la recordada Doña Florinda de la serie El Chavo del Ocho y del vocalista de Soda Stereo, Gustavo Cerati; hasta convocatorias para aprovisionarse de licor ante la inminencia de una ley seca y enfrentamientos verbales muy subidos de tono. Rigurosidad periodística y ética ausentes.

¿Esta versión virtual de lo que hacemos y decimos construye también el tipo de persona –y en consecuencia el tipo de periodista– que somos? Irrefutablemente sí.

Cuando acudimos a una cobertura, utilizando los recursos del medio para el cual trabajamos, ¿debemos saltar con la “exclusiva” en nuestras redes, antes de hacerlo en las redes de la empresa?

Elementos de un debate pendiente y urgente entre cultores del oficio, que no puede postergarse más.
Artículo publicado en EL UNIVERSO


Varias sugerencias se han formulado para que los comunicadores sociales trabajen en redes:

¿Pueden afectar las opiniones de un periodista en redes sociales al medio para el que trabaja?

Patrícia Ventura | octubre 19, 2012
El incidente que protagonizó un colaborador del New York Times ha hecho que el diario recuerde a sus periodistas que cualquier comentario público que realicen puede afectar a la reputación del medio y, en una nota publicada en su web, recuerda lo que dice el código ético periodístico del Times -anterior al surgimiento de las redes sociales- con respecto al trato con los lectores:

“Tratamos a nuestros lectores de forma conveniente tanto en público como en privado. Se espera que cualquiera que trate con los lectores se adecue a este principio, teniendo en cuenta que los lectores son nuestros empleadores. El civismo se aplica en persona, por teléfono, por carta o en línea”.
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Un video, para completar la lectura: