domingo, mayo 12, 2013

Un homenaje a la madre ausente

Ramiro Rivera viajó diez horas, con un estricto traje negro, entre Quito y Cuenca. Debe visitar la tumba de su madre María Tenecora. Fue su homenaje, la noche del sábado 11 de mayo, para ese ser que perdió el 20 de enero de 2012. Una noche en la que el Cementerio Patrimonial de Cuenca se llena de vida para recordar a quienes nos salvan de la muerte.

Ramiro, y una dos mil personas, cumplieron con esta cita que la siente una obligación anual: “Ellas nunca se van, vivo en Quito pero mientras pueda vendré a verla en su día”, dice mientras se dispone a escuchar la misa campal del sacerdote Francisco Calle.

La mañana del domingo, la fiesta está acompañada por el sol. Y por los mismos sentimientos: vida- muerte, alegría-pena, esperanza-nostalgia; arrepentimiento por el tiempo no aprovechado.
Soledad, en los dos lados de la vida y la muerte.

La experiencia de la ausencia física logra, de esta manera, superar el perfil comercial de una fecha que muchos se proponen como diaria, pero que en pocos, muy pocos, poquísimos casos lo consiguen. 


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