jueves, mayo 22, 2014

La radio que no veo


 
Cristina vive la sentencia que la vida, implacable, le ha dado: en unos meses se va a quedar totalmente ciega.

Ella tiene una hija, Juanita, con la que semanalmente asiste a los talleres que desde hace poco un puñado de emprendedores universitarios dicta en la Sociedad de No Videntes del Azuay, Sonva. Marco, Cristina, Juanita, Alcívar, Manuel, David, Karla, Cristian, Vicente, Daniela, Israel, Dione... todos no videntes parciales o totales quieren tener su propio espacio de radio, al menos uno que supla todo lo que no escuchan en un medio que ha olvidado los principios de la radiodifusión.

La lógica de Cristina es telúrica. Ingresó a Sonva para aprender desde ya cómo se vive en la oscuridad. Tras sus gruesos lentes, unos ojos desesperanzados aguardan la oscuridad total; pero mientras eso sucede está en el proyecto al que denominan “proyecto de radio”. Y simultáneamente acumula imágenes, crea memorias, ordena archivos visuales para recordarlos cuando caiga la noche permanente: dónde estaba aquella puerta, qué color tenía el barranco de la ciudad, cuán descomunales eran los templos del Centro Histórico. Cómo era la sonrisa completa de su Juanita.

Y aprende a hacer radionovelas con las voces de sus amigos; aprende a recrear la lluvia con el chasquido de los dedos, el golpe de las palmas, sus brincos sobre la madera, y volverla y volverse una tempestad que emociona hasta las lágrimas. Hasta el miedo.

Los 25 no videntes azuayos –que son parte de las 186.117 personas que en Ecuador tienen discapacidad visual, según datos del INEC– están comprometidos y decididos a cumplir los objetivos trazados en el proyecto Desarrollo creativo de habilidades e insumos comunicativos entre la Universidad de Cuenca y la Sociedad de No Videntes del Azuay. Tener un espacio que recupere los antiguos principios radiofónicos: las radionovelas, los recursos auditivos, la descripción y el relato. Como si todos perteneciéramos a una audiencia de ciegos.

Al momento los no videntes han desarrollado nuevas formas de entender y analizar lo que hasta antes del proyecto calificaban como “referentes” de la radiodifusión: voces estentóreas o impostadas que hablaban de ellos mismos, o hablaban sin vergüenza. Sin una construcción definida.

Hoy aprenden a trabajar guiones con la complejidad propia del sistema braille, y cuentan o adaptan cuentos, e imaginan entrevistas, y radionovelas… Un segundo componente del proyecto es desarrollar aptitudes literarias. El creador de esta iniciativa es Israel Idrovo, y la ha calificado de urgente “dadas las características históricas de estigma, olvido y marginación que este segmento de la población ha recibido en campos como el de las políticas públicas, las prácticas sociales o los estudios académicos”.

Pese a todo ello, lo cierto es que los no videntes tienen claras las ideas sobre una programación incluyente. Pero quieren ir más allá: el nuevo objetivo trazado supera al espacio mínimo, ahora se han propuesto lanzar su propia radio, la radio que no vemos, aprovechando las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación. Una radio en línea.

El equipo básico que requiere este grupo es un par de computadoras, tarjetas de audio, micrófonos, una consola… todo lo demás lo tienen en sus corazones. Y de sobra.





Artículo publicado en EL UNIVERSO

Fotografía tomada de Atendiendo a la diversidad

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